viernes, 19 de junio de 2009

ESTA MAÑANA


Hemos desayunado hoy con dos noticias tristes: la muerte de Vicente Ferrer en la India y la de Eduardo Antonio Puelles en Vizcaya. Noticias como estas empequeñecen el mundo y encongen el corazón. Vicente Ferrer era mundialmente conocido por su labor en favor de los más desfavorecidos de la India. El nombre de Eduardo Antonio Puelles, hasta hoy, era completamente desconocido para la opinión pública. Pero un nuevo coletazo mortal de ETA ha acabado con su vida esta mañana, al filo de las 9.00 h. Si hacemos caso de los mensajes del gobierno, esa banda de asesinos está agonizando. Pero no acaba de morir. Y, entretanto, continúa matando. Era cuestión de tiempo que estos sujetos se hicieran notar. De algún modo tenían que expresar su opinión acerca del nombramiento de Patxi López como lehendakari. Y como no saben hacer otra cosa, han hablado con el lenguaje balbuceante y deficiente de las bombas. El único que conocen, junto al del tiro en la nuca. Esta mañana, al filo de las 9.00h, han asesinado a Eduardo Antonio Puelles García, un policía vizcaíno de 49 años, casado y con dos hijos. Al parecer (los detalles son aún confusos), lo han hecho delante de su mujer y sus vástagos. Una muestra más de la inmensa cobardía de estos asesinos.
Muy lejos de Vizcaya, en la India, la vida de Vicente Ferrer ha llegado a su fin tras décadas de dedicación a una labor que parece imposible: aliviar el sufrimiento de los pobres. A lo largo de su existencia este hombre bueno en el sentido machadiano del término, ha tenido que lidiar con las condiciones más duras en las que puede florecer la vida humana, con la miseria, el hambre, la falta de educación, la marginación, la pobreza. También tuvo que luchar contra la incomprensión o los intereses mezquinos de los gobiernos. Pero consiguió mejorar las condiciones de vida de unos dos millones y medio de personas, muchos de ellos mujeres. Recibió honores, premios y reconocimientos, pero seguro que su mayor recompensa consistió precisamente en su trabajo. Era un hombre valiente.
Esta mañana hemos comprobado una vez más que, en este mundo indolente y egoísta, harían falta muchos más hombres como Vicente Ferrer o como Eduardo Antonio Puelles y muchos menos como los asesinos de ETA. Recuerdo una frase procedente, creo, del Talmud: “Quien salva una vida, salva al mundo entero”. Pues eso.

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